—Tú, ¡tú estás tergiversando! —Wang Dali se levantó de su silla, mirando a Mo Yan con urgencia feroz, sus ojos parecían como si fueran a caerse:
— Te digo, hoy, admitas o no, tendrás que pagar. ¡De lo contrario, simplemente me quedaré aquí y no me iré!
—¿Yo estoy tergiversando? —Mo Yan lo miró con una sonrisa, pero sus ojos estaban fríos:
— ¿Qué tal si voy a la Oficina del Gobierno ahora mismo y pido a un médico forense que venga y examine tus heridas para ver si fuiste mordido por un perro o si encontraste un tigre!
—Tú—tú te atreves —Wang Dali gritó con bravuconería feroz, como si solo de ese modo pudiera ocultar el pánico dentro de él y hacer que Mo Yan admitiera que fue Pequeña Flor quien lo mordió.