—Abuela, Tie Tou es fuerte y puede hacerlo él mismo. No necesitas ayudar —Tie Tou, aunque de mente sencilla, no era ningún tonto. Conocía muy bien qué clase de persona era su abuela de la familia de Mo Hong y rehusó dejarla tocar cualquier cosa que él estuviera sosteniendo.
Después de que la Sra. Hong intentó arrebatarlo varias veces sin éxito, perdió los estribos y, con el rostro alargado, dijo:
—¿Qué es esto, estás reteniéndolo a propósito, eh? No olvides, soy tu abuela. ¿Te atreverías a desobedecer, es ser desagradecido! Entrégame lo que tienes en la mano, ¡rápido!
—Abuela, no es así... —Tie Tou no soltaba y con su torpe lengua, no sabía cómo explicar su piedad filial. Estaba tan ansioso que le brotó sudor en la frente.
—Hmph, ¿todavía me reconoces como tu abuela? ¡Entonces dáselo a la abuela! —La Sra. Hong resopló triunfante. ¡No creía que no podía manejar a un cabeza de chorlito!