Mo Wu seguía rehusándose a aceptar, firme en que no quería aprender. No era que no estuviera tentada; más bien, le molestaba naturalmente tomar ventaja de otros. Su sobrina, la dueña de la taberna, ya le había ayudado bastante y no sabía cómo devolverle el favor. Si aprendía otra cosa más, temía que no pudiese dormir bien por la noche.
Viendo la determinación de Mo Wu, Mo Yan supo que ninguna cantidad de persuasión cambiaría su opinión. Después de pensar un poco, dijo —Tía política, ¿qué tal esto? Todavía te enseñaré estas recetas de bocadillos, y cuando tu puesto comience a ganar Moneda de Plata, considera que soy tu socia en el negocio. De esa forma, cuando ganes Plata, yo tampoco perderé. ¿Qué te parece?
Cuando Mo Wu escuchó esto, sus ojos se iluminaron y después de hacer algunos cálculos, aceptó —Está bien, recordaré tu bondad, sobrina. Si gano algo de Plata, no importa cuánto o cuán poco, tú tomarás el setenta por ciento y yo el treinta por ciento.