A lo largo del viaje, si no eran montañas imponentes, entonces eran bosques que se extendían hasta donde alcanzaba la vista. La profundidad y amplitud de la Montaña Yuhua superaron con creces la imaginación de Mo Yan. Al encontrarse en medio de ella, de repente se sintió insignificante, como si pudiera ser fácilmente tragada por esta interminable extensión salvaje, sin dejar rastro de sonido.
No sabiendo cuánto tiempo o distancia había caminado, la Pitón Roja se deslizaba con calma a través de la densa jungla, su piel resistente impasible ante las espinas y el terreno rocoso, abriendo camino con facilidad; Dabai seguía de cerca, con las orejas puntiagudas erguidas, vigilando atentamente los susurros cercanos, mientras Mo Yan caminaba detrás de él, usando un palo para apartar los arbustos obstructor; Pequeña Flor y Mao Tuan se rezagaban en la retaguardia, deteniéndose ocasionalmente para observar, en caso de que algún animal salvaje atacara desde atrás.