—Está bien, está bien, está bien, Papá no pensará en nada ni hará nada malo. ¡Concéntrate en sanar y actúa como un señor al que le dan todo hecho!
—Lo has dicho tú mismo. Lo recordaré, y si no cumples, no me culpes por quemar todos los tesoros en tu estudio —amenazó Mo Yan con rostro severo.
—No te preocupes, Papá cumplirá su palabra. Me sanaré adecuadamente y no me desmayaré en la sala de exámenes para que vengas a recogerme —nunca imaginó Mo Qingze que su usualmente sensata hija pudiera ser tan "irracional", y se encontraba entre la risa y el llanto, pero sin más remedio que ceder.