—Los ojos de Mao Tuan se encendieron de repente, como dos pequeñas linternas en la oscura noche —Emitió un rugido de tigre emocionado y, con pasos elásticos, se acercó a los bandidos paso a paso. Su mirada afilada barrió a cada uno de los bandidos como si evaluara cuáles huesos eran los más duros.
—El aura de peligro extremo emanando de Mao Tuan hizo que cada bandido que su mirada tocaba sintiera como si en el próximo momento fueran a ser embestidos y clavados al suelo, su carne desgarrada pedazo a pedazo por garras de tigre para revelar huesos blancos escalofriantes. El mero pensamiento de tal escena enviaba escalofríos por la columna de los bandidos, provocando que retrocedieran inconscientemente por miedo.
—Como si estuviera molesta por la lentitud de Mao Tuan, Mo Yan regañó con calma —Apresúrate, no te entretengas. ¡Todavía tenemos que ir a casa a dormir!