El asunto había llegado a su fin y los principales oficiales del gobierno, manejando a sus subordinados, escoltaron a los seis individuos de semblante abatido lejos de la Familia Mo. Observando sus figuras que se retiraban, los presentes sabían que no solo estos seis enfrentarían un destino sombrío: Mo Yongxi había caído por completo esta vez, y cumplir unos años en prisión sería considerado un castigo leve.
Sin embargo, sin importar qué decidiera el Gobierno al final, todas las consecuencias eran obra de Mo Yongxi, sin nadie más a quien culpar. Nadie allí se compadecería de ella, ni siquiera la Cuñada Wang y otros que previamente habían conspirado con la familia de Mo Hong estaban ahora temblando, ocultándose detrás de la multitud, demasiado asustados para mostrar sus rostros.