—¿Enamorados? —Qi Jingrong soltó una pequeña risa—. ¿Entonces qué hay de mi octavo hermano?
El cuerpo de Shen Wanyin tembló inmediatamente como un tamiz.
—Segundo Maestro Shen, ¿creen que todos somos tontos, o qué? —La cara de Qi Jingrong se oscureció.
Shen Wanyin solo pudo postrarse para admitir su culpa, su frente sangrando por ello.
—Segundo Maestro Shen, por favor levántese... —Qi Jingrong jugueteaba con la tapa de la taza de té en su mano, su tono indiferente, pero su intención era indiscutible.
Shen Wanyin dejó rápidamente de postrarse, expresó su gratitud y luego se levantó con el apoyo del mayordomo.
—¿No debería la Familia Shen también dar una explicación a este príncipe? —Las cejas de Qi Jingrong se elevaron ligeramente, dirigiéndose a la Familia Shen en lugar de a Shen Wanyin.