Xun Hui, incapaz de comprender sus propios pensamientos, paseaba de un lado a otro en el patio, inquieta.
Justo entonces, resonó un golpe en la puerta.
El rostro de Xun Hui se iluminó de alegría al instante, sabía que sus hijos no la abandonarían realmente, así que, sin preguntar quién era, abrió de golpe la puerta del patio—Xinxin, yo... Pero con lo que se encontró fue con el rostro de un hombre, haciendo que sus mejillas se encendieran de rojo—Oh... Tío Lao Kuang, ¿qué lo trae por aquí?
—Xun Hui —Lao Kuang no había esperado que fuera Xun Hui quien abriera la puerta, y parecía que ella había estado a punto de decir algo, lo que también lo hizo sentir avergonzado. Rápidamente dio un paso atrás—. Estoy buscando a Xinxin, dijo que necesitaba la carreta mañana, vine a preguntar a qué hora...
Xun Hui forzó una sonrisa tensa—Oh, Xinxin está allá... —dijo, señalando la casa de al lado—. Al lado...