Lu Qingyi fue llevada a casa por Xu Boyan. Durante todo el camino, no se movió ni mostró señales de despertar; estaba en un sueño muy profundo.
Xu Boyan la acostó suavemente en la cama e inclinándose, colocó un beso en su frente con delicadeza.
El pequeño había estado muy cansado últimamente.
Con calma y gentileza, Xu Boyan la ayudó a quitarse la chaqueta, tratándola con extremo cuidado durante todo el proceso.
Le quitó la chaqueta, le retiró los zapatos, y luego la cubrió con una manta, todo hecho con la máxima delicadeza y atención.
Lu Qingyi durmió profundamente sin moverse ni una sola vez. Si no fuera por el ritmo constante de su respiración, Xu Boyan habría temido que algo malo le sucediera.
Normalmente, ella tenía el sueño ligero y se despertaba fácilmente. Era sorprendente que ahora no se hubiera despertado.
Parecía que el pequeño estaba verdaderamente agotado.
Cuando Xu Boyan recogió el abrigo de Qingyi para colgarlo, un papel doblado cayó del bolsillo.