—Shen Mingzhu, hay algo que olvidé decirte antes. Esta tarde vimos una casa en el Jardín Ruifeng y pusimos el dinero para comprarla. El número de la casa es el 29. —resonó a través del teléfono la voz orgullosa de Shen Baolan.
Todas las casas en el Jardín Ruifeng son villas independientes, cada una con su propio número de serie; el número 29 era precisamente el que Shen Mingzhu tenía en vista.
—Ay, ¿por qué compraste esa casa? ¿No has oído? —fingió sorpresa Shen Mingzhu.
—¿Oído qué?
—No importa, no es nada.
Sin esperar a que Shen Baolan hiciera más preguntas, Shen Mingzhu colgó el teléfono y cortó la línea.
Si Shen Baolan pudiera dormir esta noche, escribe su nombre al revés.
Al volver a la mesa del comedor y ver que ambos niños la esperaban pacientemente, Shen Mingzhu no pudo evitar sentirse conmovida.
—Está bien, comamos. Cuando terminemos, los llevaré al mercado nocturno.
—¡Hurra!