—Subdirector Du, realmente eres impresionante; no es de extrañar que hayas alcanzado tanto éxito y estatus.
Frente a la mirada admiradora de Mai Qiu, que parecía la de una seguidora devota, Du Juan rió ligeramente mientras giraba su copa de vino.
El líquido rojo en el vaso transparente, bajo la luz, brillaba como un rubí de primera calidad.
—He llegado a donde estoy hoy, sin duda gracias a mi diligencia y esfuerzo, pero más aún porque tuve un gran maestro.
Echó un sorbo de vino, su expresión se volvió soñadora y distante, como si recordara el pasado.
—Fue Mingzhu quien me enseñó a amarme a mí misma antes de amar a los demás. Nunca te menosprecies para complacer a otros, porque por mucho que lo intentes no podrás agradarles a todos. Es mejor agradarte a ti misma primero.
—El Presidente Shen realmente es una persona impresionante.
Cuando Mai Qiu dijo esto, su tono inconscientemente reveló admiración y reverencia genuinas.