—Y aquí pensé que estabas dejando de lado ese gran ego tuyo. No seas tan engreído, Alfa Siroos. No es como si no pudiera soportarlo —ella guiñó un ojo, su mano deslizándose alrededor de su cintura mientras sus alas se desplegaban.
El vestido que llevaba era sin espalda con tirantes en los hombros para que pudiera abrir sus alas fácilmente.
Al ver sus magníficas alas desplegarse detrás de ella, Siroos dejó que su espíritu de águila saliera a la luz. Las grandes alas marrones y plumosas brotaron detrás de él y aletearon.
—¿Una carrera hasta el nido? —Siroos ladeó la cabeza. Las mechas marrones de sus rizos cayeron justo delante de sus ojos.
—Listo para perder —Cassandra tocó su nariz con su dedo índice y despegó. Siroos la siguió de cerca, tratando de alcanzarla.