Antes de que pudiera dilucidar qué hacer, Xiao Mo abruptamente la levantó sobre el carruaje.
—¡Quédate quieta! —levantó su mano, y varios ayudantes de confianza rodearon el carruaje.
La mente de Yingbao se aceleró, contemplando cuál sería el curso de acción más seguro.
Intentar un enfrentamiento directo no sería prudente en este momento, pero permitir que registraran tampoco era una opción.
¿Y si herían a Chen Zhu y a los demás?
—¡Xiao Mo! ¿Qué estás haciendo? —gritó Yingbao.
Pero Xiao Mo no le prestó atención, comandando a la caballería para salir de las puertas de la ciudad mientras él mismo se paraba en la entrada, dirigiendo los asuntos de defensa de la ciudad.
De pronto, Yingbao pareció calmarse.
Chen Zhu y los demás eran solo aldeanos ordinarios, incluso si los capturaban, ¿y qué?