—Yin Yinyue parpadeó con sus ojos —señalando a Xuan Qing que liberara sus puntos de acupuntura.
—Puedo desatarlos para ti, pero más te vale pensar detenidamente en lo que debes y no debes decir, o de lo contrario no me culpes por no tener piedad —asintió Xuan Qing.
Para cuando él había terminado de hablar, Yin Yinyue ya había recuperado su libertad.
—¿Por qué yo? —tomó una respiración profunda Yin Yinyue.
—No eres una chica soltera, ¿cuál es el problema con dormir juntos? —dijo Xuan Qing irritado.
¿Realmente era tan detestable? ¿Por qué debía parecer como si su padre acabara de morir?
¿No había hecho lo suficiente por Yin Yinyue a lo largo de los años?
Yin Yinyue mordió su labio y recurrió a su táctica definitiva, que era dejar de hablarle a Xuan Qing.
Pero esta vez, Xuan Qing no lo dejó pasar y en su lugar metió su mano bajo su túnica.