—¿Quién es? ¿Qué sucede? —preguntó la tía Chen al abrir la puerta.
—Mamá, soy yo, he vuelto.
En el momento en que la tía Chen abrió la puerta, Chen Zhu gritó fuerte y con un toque de orgullo.
La voz que había aparecido innumerables veces en sus sueños hizo temblar el cuerpo de la tía Chen. Miró con incredulidad la cara frente a ella, familiar pero algo extraña. ¿Era este su Da Zhuzi? Se veía más pálido y más gordito, y aunque sus ojos todavía tenían un toque de arrogancia, ahora había una sensación adicional de confianza.
—Da, ¿Da Zhuzi? —la tía Chen extendió su mano en un aturdimiento, tocando la cara que había soñado innumerables veces.
Era cálida y suave, ¡el verdadero Da Zhuzi! ¡De verdad!
—Mamá. —Chen Zhu, al ver su cara llorosa llena de emoción y sorpresa, no pudo evitar sentir un pinchazo en la nariz, mientras las lágrimas amenazaban con derramarse—. Mamá, soy yo, he vuelto, he vuelto de verdad.