—Y ese hombre, ¿no era acaso el mismo Shen Dajun que estaba ahora frente a ella? —pensó Lin Yuan mientras observaba la firme figura de Shen Dajun alejándose y luego veía cómo el ansioso rostro de Panpan se tornaba rojo por la urgencia—. Ninguno de los dos sabe que soy la mujer que les ayudó con una espada desenvainada aquel día —reflexionó—. Y ahora Panpan menciona llevar sacos de cáñamo al Templo del Terreno con goteras donde viven, no puedo evitar sentir simpatía por el hombre.
—Panpan, ¿por qué no dejas que se quede aquí? Justo ahora necesito a un hombre fuerte para cortar leña. Sin embargo, en el Edificio Fuman necesitamos mucha leña, y hay mucho trabajo que hacer todos los días. Me pregunto si este hermano podrá seguir el ritmo —dijo Lin Yuan—. Al escuchar a Lin Yuan, Panpan, sujetando con fuerza la manga de Shen Dajun, asintió repetidamente: