Sin embargo, antes de que Lin Jiaxin pudiera salir por la puerta, un grito desgarrador irrumpió repentinamente desde afuera, sobresaltando a todos con un estremecimiento involuntario. El pequeño Xiao Yongyan, que estaba soplando burbujas de leche en su pañuelo, se asustó y comenzó a llorar.
Lin Yuan dejó caer lo que tenía en las manos y, junto con Lin Wei, salió corriendo de la cocina.
—¿Qué está pasando? —preguntó Lin Wei, mirando en blanco a Lin Jiaxin mientras se envolvía más ajustadamente en su ropa.
Lin Jiaxin frunció sus cejas elegantes.
—Quédense en la casa, iré a verlo.
—¡Papá, yo también voy! —Lin Yuan se secó las manos y lanzó el paño sobre la estufa, siguiéndolo de cerca mientras ambos salían.
—¡Papá, hermana mayor, espérenme! —Xiao Linshuang, la valiente pequeña, también los siguió. Lin Wei quiso detenerla, pero ya era demasiado tarde.