—No se trata solo del destino, sino también de la fortuna —los ojos de Shen Mianmian brillaban cuando hablaba con un tono alegre, sin mostrar señales de miedo escénico—. Debo haber salvado a la Vía Láctea en mi vida pasada para tener tanta buena suerte ahora.
Desde el momento en que Xiu Min y Li Shiping conocieron a Shen Mianmian, sus rostros estaban constantemente adornados con sonrisas. Cuanto más interactuaban con ella, más les gustaba, sintiendo como si la hubieran conocido durante mucho tiempo, sin ninguna sensación de extrañeza.
Al ver cómo Shen Mianmian los hacía tan felices, Li Yue la molestaba:
—Pequeña aduladora.
Shen Mianmian entrecerró los ojos y sonrió:
—Solo estoy diciendo la verdad.
La mirada de Li Yue parpadeó mientras añadía: