—Claro —Shen Mianmian asintió y siguió al jefe hacia la tienda, consciente de que su juventud hacía que fuera fácil para los demás tratarla como a una niña, pensando que podría ser fácilmente engañada y presionada para bajar los precios. Por eso, puso intencionadamente una cara seria, fingiendo ser muy astuta.
Al ver que ella aceptaba, el jefe la llevó rápidamente a la tienda y la hizo sentarse en una mesa vacía cerca de la entrada.
Shen Mianmian colocó la sandía en la mesa, sin prisa por hablar. Decidió adoptar una estrategia de quietud para superar toda actividad. El jefe no pudo evitar sonreír ante la situación.
—Jovencita, mira, mi restaurante realmente tiene buen negocio. Todos los días hay más de una docena de mesas de gente comiendo, y compramos mucho tanto de carne como de platos de verduras cada día.