De vuelta en la tienda, Dajun sumergió la sandía en un cubo por un rato antes de cortarla y comerla. La sandía, que no estaba madurada artificialmente, estaba muy dulce. Los cuatro terminaron una sandía de más de diez kilogramos en un abrir y cerrar de ojos.
Shen Mianmian no había olvidado la promesa hecha al jefe y, al ver que Dajun no tenía prisa por irse, dijo:
—Dajun, ¿podrías acompañarme nuevamente a aquel restaurante? Le dije al jefe anteriormente que iría más tarde y le enseñaría cómo cocinar pescado.
Llevar a Dajun era para que el Tío Jia viera que su tienda no estaba sin presencia masculina, lo cual, una vez se supiera, la salvaría de que algunos de los dueños de tiendas locales pensaran que solo había tres chicas jóvenes en su tienda, fáciles de intimidar.
También podría prevenir que algunos rufianes y matones causaran problemas, pues Shen Mianmian era muy consciente de cómo era su rostro.