—Nan Ge... —Cheng Xining quería actuar de forma mimada, pero una mirada de He Nan inmediatamente la hizo comportarse—. Si son empanadillas que hice yo misma, las comeré yo sola. Ni siquiera anhelo las empanadillas hechas por otros. Ni siquiera mis padres han probado las que yo he hecho, mucho menos alguien más.
Sus palabras estaban claramente dirigidas a Shen Mianmian, quien una vez más se sintió como un espectador inocente siendo alcanzado por una bala.
Shen Mianmian pretendió no entender la insinuación y llevó las empanadillas a la cocina. Ya eran las once de la mañana. He Nan había arreglado la mesa del comedor y luego fue a la cocina a cocinar. Shen Mianmian había planeado ir a ayudar, pero Cheng Xining la llamó.
—Una cocina de ese tamaño no puede caber tanta gente. Ve a jugar afuera, yo ayudaré a Nan Ge.