—¡Chang Jing! ¿Eres sordo o estúpido? ¿No entiendes el lenguaje humano? ¡No te quedes ahí parado, haz algo!
—¡Lo encontré! —Chang Jing sacó la canica que había caído en la costura de su bolsillo. La puso en el otro bolsillo intacto, su expresión se volvió fría mientras cambiaba al modo asesino en un segundo.
—¡Aiya! Joven Maestro, ¡has vuelto! —El viejo sacristán miró detrás del Duque Xuanping y aprovechó su breve pausa para jalar a la anciana de vuelta a la habitación, cerrando la puerta y asegurándola con un golpe.
—¡Toma la puerta trasera!
—Le dijo a la anciana.
—¿Qué pasó? —Madame Yao salió después de escuchar el alboroto.
—Nada, nada, ¡vuelve a tu habitación! —El viejo sacristán hizo un gesto despectivo con la mano hacia Madame Yao, sabiendo que el objetivo del Duque Xuanping era Zhuang Jinse y que él no haría daño a los inocentes. No estaba preocupado por la seguridad de Madame Yao.