El viejo mendigo casi escupió un bocado de sangre.
—¿Los niños de hoy en día todos tienen actitudes tan grandes?
El viejo mendigo se remangó las mangas:
—¡Si te atreves, juega una partida conmigo! ¡Te daré nueve piedras! Si logras ganarme... bueno, olvídate de ganarme, si logras empatar, ¡considéralo una victoria! Aquí, te daré diez taeles de plata.
—Está bien —respondió Gu Jiao sin dudar.
El viejo mendigo miró a Gu Jiao con sospecha:
—¿Aceptaste tan fácilmente? ¿No tienes miedo de que me eche atrás en el pago?
Dejando de lado si tiene confianza o no, esta niña que se atreve a hablar tan audazmente debe ser extremadamente segura de sí misma, pero es solo un mendigo, ¿no tiene miedo de que no cumpla su palabra?
—No tengo miedo —sacudió la cabeza Gu Jiao.
El viejo mendigo la miró profundamente y asintió en secreto.
Esta niña quizá sea un poco arrogante, pero tiene un corazón puro y está dispuesta a confiar en los demás.