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La reacción de Wei Ruo fue templada, sin mostrar señales de ira, ni rastro de la tristeza o furia que Wei Qingwan esperaba ver.

Curvando los labios en respuesta, Wei Ruo dijo:

—Gracias por tu bendición. Solo es una pena que no podré devolverte tal felicitación cuando llegue tu turno de casarte.

Wei Qingwan no era la esposa legal; aquella que envejecería con Yu Wang sería su esposa legítima. No sería ella.

—¿Quién sabe? Nunca podemos estar seguros de lo que nos reserva el futuro —dijo Wei Qingwan.

—Diré lo mismo para ti. El futuro es incierto —respondió Wei Ruo.

—Espero con ansias ver la vida feliz que llevarás en el futuro —dijo Wei Qingwan.

Ambas llevaban sonrisas en sus rostros, y su conversación llevaba subtonos de afecto fraterno. Sin embargo, cada palabra que pronunciaban estaba teñida de tensión.

Cuando se acercaba la hora, la Señora Yun tomó el velo nupcial de la bandeja sostenida por Cuiping y cubrió con él la cabeza de Wei Ruo.