Qi Shuning se acurrucó en un rincón, con la cabeza baja, temblando de pies a cabeza, evidentemente aterrorizada más allá de toda medida.
Cogiéndose los brazos, murmuraba para sí misma sin cesar.
El equipo de rescate estaba desconcertado. Si Fuqing seguramente estaba muerta.
Solo con la muerte de Si Fuqing su propio secreto permanecería seguro.
—Solo podemos esperar a que llegue la Oficina de Gestión Sobrenatural —suspiró profundamente el líder del equipo de rescate—. Esto no es un caso simple; necesita ser reportado.
No era solo un desastre natural, sino un asesinato premeditado.
Mientras todos esperaban ansiosamente en la Isla Dragón del Agua.
Mientras tanto, en el corazón del tornado marino, Si Fuqing nadaba hacia la seguridad, aferrándose a una pequeña niña de apenas más de diez años.
La piel de la niña se había puesto pálida por estar demasiado tiempo en el agua.