—El coche estaba envuelto en un silencio.
—Como si fuera alcanzada por un rayo, Yu Tang quedó completamente inmóvil.
—Miraba, atónita, a través del espejo del coche al apuesto hombre sentado detrás de ella, incapaz de volver a la realidad durante un buen rato.
—Shen Xingjun jadeaba, tosía y exclamaba —Shiyan, ¿cómo puedes hablar tan mal de ti misma? ¿De qué manera estás relacionada con esos términos?
—Yu Xiheng se recostó en su asiento, sosteniendo su cabeza con una mano —Nunca imaginé que me viera de esta manera en los ojos de mi sobrina.
—Shen Xingjun estaba desconcertado, recordando las recientes palabras de Yu Tang —Pero Tangtang no era...
—Entonces, con un escalofrío, abruptamente se quedó en silencio.
—Yu Tang miraba de Yu Xiheng a Si Fuqing, su mente usualmente aguda luchaba por entender la situación.
—Siempre había escuchado de Fuqing cómo Jiu el Dios era un atacante sigiloso, extremadamente injusto.