Ya habían discutido este asunto en casa y en su oficina muchas veces. Incluso lo habían planteado a los ancianos Zhang y nada había cambiado. Si los Zhang no podían dar a sus propias hijas una participación en las acciones, ¿cómo era posible entonces dárselas a una nuera?
—Tengo derecho a expresarme, Heng. La constitución me otorga el derecho de expresarme de la manera que me plazca. No me callarán, yo... —explotó Abuelo Tai.
—Abuelo, primero cálmese.
Alix se movió de donde estaba y continuó tranquilizando al anciano que se había encendido tanto que respiraba profundamente. Realmente daba la apariencia de alguien que había estado reprimiendo mucho.
Ella estaba conmovida y agradecida por toda la angustia que él parecía estar sintiendo en su nombre y sintió el impulso de consolarlo. Para ella, las acciones del grupo Zhang no eran importantes. Había vivido toda su vida con nada más que su voluntad, manos y pies para sostenerse. La riqueza de otros no era algo que codiciara.