Después de Billi, se dirigió a otra habitación, la de Lin Qianfan. Planeó dejarlo para el final, pero cuando vio a su abuela fuera de la habitación enviando a su tía por comida, no pudo evitar ir allí primero.
Caminó mientras tarareaba, trayendo consigo una sonrisa y alegría que en ese momento le faltaba a su abuela. Aunque no podía golpear a la anciana porque la sociedad lo desaprobaría, podía torturar a la mujer de otras maneras, emocionales.
Cada vez que Alix recordaba el número de veces que el bastón de su abuela había caído sobre su cuerpo, se sentía tentada de desechar la moralidad y obtener una dulce y dolorosa venganza.
—Quizás deberías enviar a Majestad a hacerle una visita —sugirió su sistema.
—Me gusta cómo piensas —rió lentamente.
Se detuvo frente a su abuela y usó una mano para arrastrar a su tía de vuelta y evitar que se fuera. La espalda de su tía golpeó la pared y la mujer gritó fuerte. El sonido de su dolor era como el dulce sonido de un violín para Alix.