Finalmente, Alix experimentó algo de satisfacción. La soberbia de Jing Hee había desaparecido, reemplazada por el terror.
—Mi agenda está más llena últimamente, no tengo tiempo para jugar contigo. Escuché que todos tus dedos de las manos y pies estaban rotos y los doctores no podrán salvarlos. ¿Qué harás en el futuro, sin voz, dedos lisiados y sin poder caminar? ¿Te referirás a ti misma como lisiada como siempre me has llamado a mí? Y cuando pases el resto de tu vida en una silla de ruedas, ¿recordarás cuántas veces le llamaste esa palabra a mi esposo? Tu hija...
Vio cómo los ojos de Jing Hee se ensanchaban y ella se rió. —Me aseguraré de que la cuidadora te mantenga regularmente actualizada sobre la condición de tu hija. Desafortunadamente, no mejorará al menos durante veintisiete años.
Jing Hee se movía de un lado a otro, ignorando todo el dolor que sufría. Cuando se trataba de su hija, estaba lista para darle toda su atención a Alix.
—¿Qué?