Alix no recibió la noticia hasta el día siguiente y el capitán tramposo envió a Mantis para entregar el expediente. Eligió el momento en que sabía que Zhang Bo estaría en la casa. Pero, una vez más, Bo pasaba casi todo su tiempo en la casa de Caishen a pesar de tener su propia casa.
Mantis era un bichito curioso, y sus ojos no dejaban de moverse desde el minuto en que tuvo la oportunidad de entrar en el mundo privado de Alix y Caishen. Era mucho más simple de lo que ella esperaba. Se había imaginado un lujo extravagante, igual que los otros anfitriones del sistema que hablaban de Alix y su muy rico esposo.
—Es mucho más...mmm... menos dorado de lo que esperaba.
—Dorado... —repitió Alix, curiosa.
Mantis asintió. —No sé por qué imaginaba paredes de oro, pinturas antiguas que cuestan cientos de millones, porcelana costosa en la que colocas flores pretenciosamente y actúas como si fueran jarrones de flores corrientes de diez yuanes.