Tan pronto como los investigadores de las otras oficinas se fueron, el tono de Abby cambió. Él no era el ayudante comprensivo de casa, sino un policía, un detective en su propia misión con sus propias preguntas.
—Ahora que los fisgones se han ido, deja de decir tonterías y dime la verdad. Te dejaste capturar a propósito, ¿no es así? —preguntó.
Alix se recostó en la silla y cruzó la pierna izquierda sobre la derecha.
—Fui secuestrada detective Abby, no importa cuántas veces me lo preguntes mi respuesta seguirá siendo la misma. Puedes revisar las cámaras de esas distintas tiendas en el mercado de Navidad o a lo largo de las mismas calles por las que fui llevada en un coche que tenía ventanas muy oscuras que ni siquiera sabía dónde me estaban llevando —respondió ella.
Una criada que trabajaba en el chateau abrió la puerta y entró con Mantis. Estaba llevando una bandeja que sostenía seis vasos de cócteles de diferentes colores.