Caishen fue secuestrado.

No era solo lo que decía, sino también la forma en que lo decía. Alix conocía a su esposo, cada respiración, cada pronunciación de diferentes palabras y podía incluso detectar su estado de ánimo por su voz.

Esta voz era lo suficientemente similar como para parecerse a la de él, pero había muchas cosas que faltaban y lo más importante, carecía de calidez.

Alix se sentó, cautelosa y nerviosa.

—Pitufo Azul, tienes una conexión al sistema de mi esposo que nunca has usado. Conéctate ahora mismo y encuéntralo —envió un comando, no una solicitud.

El latido de su corazón ya había acelerado, la preocupación se quemaba en sus huesos. Incluso antes de obtener más información, temía que el lado oscuro hubiera hecho un movimiento, finalmente, y que hubieran tocado a su esposo.

—Cariño, ¿dónde estás? —preguntó, con la voz temblando.

—He vuelto al país, pasé primero por la oficina —respondió él.

—Oh, debería ir a verte de inmediato —sugirió ella.