Con el áspero recordatorio de Duke, los guerreros de su equipo salieron de su asombro momentáneo.
Habían quedado hipnotizados por la demostración del puro poder de Duke: su control sobre el fuego y el hielo era formidable y los había dejado por un momento en silenciosa admiración.
Pero su mando los devolvió a la lúgubre realidad presente. Aún quedaban ratas mutadas, ahora enloquecidas por la desesperación, que tenían que ser enfrentadas.
Los guerreros se enfocaron rápidamente, invocando sus propios poderes mientras se preparaban para unirse a la pelea.
Con sus manos brillando tenue con energía, llamaron estacas de tierra del suelo, imitando la estrategia anterior de Duke.
Rocas afiladas y dentadas brotaron del suelo, atravesando el aire y apuntando a las ratas que aún trataban frenéticamente de vulnerar sus defensas.
El suelo temblaba bajo el poder simultáneo de los guerreros mientras desataban ola tras ola de estacas hacia las criaturas mutadas restantes.