Allí, pusieron un colchón, amontonaron almohadas y se envolvieron en mantas. Para protegerlos del sol, Kisha montó una pequeña tienda, asegurando que pudieran descansar en privacidad y comodidad sin distracciones.
Era su pequeño santuario, un lugar donde podían escapar del mundo y simplemente estar el uno con el otro.
Cuando Kisha y Duke se acomodaron en el colchón, Duke la atrajo hacia él, envolviendo sus brazos alrededor de ella con fuerza, sin voluntad de soltarla.
Inhaló profundamente, tomando el aroma familiar de su cabello, que instantáneamente calmó su mente agitada. Tenía la intención de ducharse antes de dormir, pero el agotamiento lo golpeó de repente.
Sus párpados se tornaron pesados, como si el peso del día finalmente lo hubiera alcanzado.
Tal vez era la comodidad de tener a Kisha tan cerca, o el calor de su presencia, pero su cuerpo parecía relajarse de una forma que no había conseguido en días.