Afortunadamente, su retirada pasó desapercibida. Ya fuera por suerte o por la ausencia de amenazas, ningún zombi ni animal mutado apareció para desafiar su huida.
La inquietante calma del entorno prestó un silencio casi antinatural a su salida, dejando atrás sólo el leve retumbar de los camiones desvaneciéndose en la distancia.
—Regresar —dijo Buitre en silencio encaramado en el techo del camión, emitiendo solo una orden a los conductores.
La tensión en su actitud era palpable y, aunque nadie hablaba de ello, todos sentían el peso de su estado de ánimo.
Ellos entendían. Entre ellos, Buitre había sido el más cercano a Gorrión. A pesar de sus constantes riñas, su vínculo era como el de hermanos, fuerte e inquebrantable.
El grupo respetaba su dolor, sabiendo que si estuvieran en su lugar, se sentirían igual de devastados.
Reconociendo su necesidad de espacio, se concentraron en sus tareas, desempeñando sus deberes con diligencia y sin añadir a su carga.