—Debemos estar cerca —murmuró Duke, cambiando su peso mientras el suelo espeso y fangoso se adhería a sus botas, haciendo que cada movimiento se sintiera lento e incómodo.
Kisha sintió un nudo apretarse en su estómago, pero no podía identificar exactamente por qué.
Su mirada se detuvo en el brazo que yacía en el suelo, y la inquietud se asentó más profundo. La densa niebla que nublaba sus sentidos no era el único obstáculo: ahora luchaban contra la tierra pegajosa debajo de ellos.
Cada paso era pesado, el barro se aferraba a sus botas como un ancla, obligándolos a moverse lentamente.
Más de una vez, casi perdieron el equilibrio, y con cada paso en falso, el sentimiento de vulnerabilidad solo crecía.
—Esto no es bueno —murmuró Duke entre dientes, escaneando el suelo resbaladizo.
El esfuerzo de avanzar a través de él, combinado con la oscuridad opresiva y la niebla sofocante, se sentía como una batalla agotadora con cada paso.