Los soldados descendieron de la muralla usando cuerdas, ya que abrir la puerta estaba fuera de discusión.
Si lo hacían, los cadáveres de zombis se derramarían desde el exterior, y en caso de otra oleada o problema, cerrar la puerta se volvería casi imposible.
Esto los dejó sin otra opción que descender.
Equipados con grandes mochilas militares, primero limpiaron un pequeño área designada.
Allí, comenzaron a recoger los cadáveres de zombis que ya habían inspeccionado y de los cuales habían extraído núcleos de cristal, apilándolos en un solo lugar.
Una vez reunido todo, prendieron fuego a la pila, asegurándose de que los restos fueran eliminados adecuadamente.
Este enfoque, sin embargo, era lento —como contar granos de arroz uno por uno de un saco— y no lo suficientemente rápido para la gran cantidad de cadáveres de zombis en el exterior.