Sin embargo, su entusiasmo se apagó mientras vacilaba, al darse cuenta de una dura verdad: a diferencia de Rakan, él y su gente no eran combatientes. Al mirar a los hombres de Winters, endurecidos por la batalla y capaces, estaba claro que eran mercenarios o soldados, hábiles en combate, al igual que Rakan y su grupo.
Tenía sentido que aceptaran a Rakan: él tenía valor, era fuerte.
—¿Pero qué hay de ellos?
Solo eran civiles, sin ninguna capacidad real de lucha. ¿Serían vistos solo como una carga? ¿Solo otro grupo de bocas que alimentar?
Uno de los hombres de Winters notó la vacilación del hombre mayor y la duda que destellaba en su rostro. Entendió las preocupaciones: esta gente no representaba una amenaza, y su prioridad era claramente la seguridad de los niños.
Como forma de mostrar gratitud por su ayuda, decidió extenderles una oferta, sabiendo lo desesperados que estaban por encontrar un lugar seguro donde quedarse.