Ruo Shan no se preocupaba por las miradas de la multitud, ni prestaba atención a las palabras de las dos doncellas.
Cuando la Familia Ruo cayó en tiempos difíciles, las dificultades que enfrentó como aprendiz, y las palabras duras que escuchó, eran peores que ahora.
Ahora, esas dos doncellas hablaban de esa manera simplemente por renuencia y celos.
Y su renuencia y envidia demostraban exactamente que él vivía bien, mucho mejor que antes.
Entonces, simplemente les disgustaba verlo prosperar, se sentían incómodas, eso es todo.
La bondad había desaparecido, el afecto cortado; no le debía nada a la Familia Fang, y su futuro era vivir bien para sí mismo.
Se alejó en silencio.
En ese momento, Ruo Chuan condujo una carroza hasta él y se detuvo —Te he estado buscando durante mucho tiempo; ¡estabas aquí comprando pasteles!
Ruo Shan sonrió —Estoy comprando algunos bocadillos para Xuanbao.