Xuanyuan Que tomó sus palillos, levantó el fideo fino como un hilo de cabello y la miró —¿Solo un fideo?
—Por supuesto, ¿no es impresionante? Ni siquiera los chefs de la Cocina Imperial pueden hacerlo, todos me elogiaron —respondió ella.
Xuanyuan Que asintió —Mmh, es impresionante.
Ruo Xuan insistió de nuevo —Date prisa y pruébalo para ver si está bueno.
Esta vez, Xuanyuan Que terminó todo el tazón de fideos y aun parecía querer más.
Al ver que había terminado, la verdadera naturaleza de Ruo Xuan salió a relucir. Después de todo, nunca pudo actuar correctamente más de tres segundos. Frente a él, no sabía qué era la cortesía, siempre había sido dominante. Extendió su mano hacia él llena de expectativa —Hermano Xuanyuan, ¿dónde está mi regalo de cumpleaños?
Xuanyuan Que miró en sus ojos en los que se podían encontrar estrellas y océanos, preguntó suavemente —¿Qué regalo quieres?