Sus largos y poderosos brazos la aprisionaron contra la esquina del sofá, rodeándola.
La tenue fragancia de jade y madera de ágata se quedó alrededor de su cuello y tras sus orejas, asentándose en su piel.
Aunque era ligera, la sensación era increíblemente intensa.
Este movimiento repentino, incluso para Ying Zijin, hizo que sus pensamientos se detuvieran brevemente.
Nunca había sido capaz de predecir el próximo movimiento de Fu Yunshen, no es que lo hubiera intentado.
Ying Zijin lentamente levantó la cabeza.
Con esta elevación, la distancia entre ellos se redujo aún más.
Sus frentes se tocaron, sus respiraciones se entrelazaron.
Tan cerca que incluso las puntas de sus narices rozaron una contra la otra.
Ella podía ver claramente los encantadores y naturales ojos de melocotón del hombre, ligeramente curvados, como si estuvieran llenos de una galaxia entera.
Dentro de ellos solo estaba el reflejo de ella.