Atlas había escuchado todo tipo de cosas ridículas desde el inicio de su mandato, e incluso antes de eso. Pero nada podía compararse con lo que estaba escuchando ahora.
Parado al lado de la cama, Atlas miraba a Allen, que yacía en la cama, con ojos vacíos.
—Eso no puede ser cierto —susurró, apretando las manos en puños—. Allen no haría eso.
Hugo, que estaba a varios pasos de su hermano y de la cama, suspiró profundamente. Miró al hombre en la cama y luego al perfil de Atlas.
—Pero ese es el informe que nos llegó —respondió Hugo, con un tono grave—. Él te estaba robando, Atlas.
Atlas contuvo la respiración, girando la cabeza para enfrentar a su segundo hermano. —Él no haría eso, Hugo. Lo conozco, y no es ese tipo de persona.