—Mamá, por favor, puedo explicar. ¡No me mates! —exclamó.
—¡Mamá! Ah, mierda —maldición —exclamó.
Atlas frunció los labios y levantó las cejas, alejando el teléfono de su oído para revisarlo. —Supongo que llamé un poco tarde —murmuró, pensando que su día había sido tan ocupado que casi olvidó contarle a Yugi sobre su coche.
—Bueno —Atlas terminó la llamada, dando a Yugi y a su familia un poco de privacidad—. Estoy seguro de que la tía Jessa solo está ejerciendo un poco de amor duro. Sobrevivirá.
Si solo Yugi pudiera escuchar el optimismo de Atlas, tal vez no le hubiera agradecido tan rápido por entregarle su coche. Por supuesto, Jessa no mataría realmente a su hijo, pero cualquiera que haya experimentado su "amor duro" sabía lo severo que podría ser.
Atlas se encogió de hombros, guardó su teléfono en un cajón y fijó la vista en su computadora. Tomando un respiro superficial, se enfocó en la última tarea del día.