—Papá... —Karina sostuvo el brazo de William, estabilizándolo mientras se dirigían al coche. Habrían salido antes que todos los demás, pero la presión arterial de William había aumentado repentinamente, obligándolo a descansar por un tiempo.
—Esos mocosos... —William murmuró, solo para sentir una rigidez aguda en su cuello—. ¡Ack!
—Papá, ¿puedes calmarte por favor? —Karina suspiró, cuidadosamente apoyándolo—. Los doctores apenas lograron bajar tu presión arterial. Por favor, no pienses en ellos en este momento.
El rostro de William se agrió, pero viendo la preocupación marcada en la cara de su hija, dejó escapar un suspiro de resignación. —Está bien, está bien —murmuró, permitiéndole ayudarlo mientras caminaban hacia el coche.
Justo cuando llegaron al vehículo, otro carro se detuvo al lado del suyo. William se detuvo en seco, incitando a Karina a mirarlo con curiosidad.