—¿Quién es ella? —Esteban entrecerró los ojos, mirando a la mujer que tocaba el cristal de su ventana—. ¿Qué clase de bruta contrata tu esposa para el estacionamiento?
—¿Ella acaba de... golpear con una patada la puerta del coche? —Haines miró hacia atrás a Charles, sin poder creer que, incluso ahora, Jessa seguía siendo despiadada con él—. Si Haines supiera que la brutalidad de Jessa se extendía a todos, no solo a él.
—Eh, ¿por qué tengo que verla inmediatamente? —murmuró Charles, sacudiendo la cabeza mientras desviaba la mirada hacia Esteban—. Deberías abrir la ventana.
—¿Y por qué haría eso? Ni siquiera la conozco. Ustedes dos, salgan y déjenme en paz. Ya han llegado —Esteban frunció el ceño.
—Sí, hemos llegado, pero viste cómo le dio una patada a la puerta para Haines, ¿verdad? —suspiró Charles—. Solo abre la maldita ventana.