Esteban no tenía idea de adónde lo llevaría el conductor, pero supuso que lo llevarían al destino original, el club de campo, donde Stephen era miembro.
Sentado en uno de los salones VIP del bar del establecimiento, Stephen miraba el teléfono frente a él.
—Qué sorpresa. Estaba pensando en enviarte a casa. No esperaba que te comunicaras conmigo —la voz en el teléfono se rió con diversión como si lo hubieran tomado desprevenido—. Al menos, no tan pronto.
Stephen tomó una respiración profunda y cerró los ojos. —¿Esperabas mi... llamada?
—Bueno, ¿no debería?
—Deja de jugar conmigo.
El hombre en la llamada soltó una risa. —¿Por qué estás enojado, Stephen Bennet? No estoy jugando contigo. Simplemente... sorprendido, eso es todo.
No, no estás sorprendido. Al menos, no del tipo de sorpresa que estabas insinuando en ese momento, pensó Stephen, sabiendo que este hombre ya se había dado cuenta. No es tan sencillo... Estoy seguro de ello.