—Oh, Dios mío —suspiró Nina mientras entraba en el gimnasio, mirando alrededor el lugar donde se celebraría la reunión. Abrió y cerró la boca, pero no salieron palabras.
Incluso Jonathan, que estaba con ellos, se quedó sin habla. Era tan ridículo a sus ojos que ni siquiera sabía qué decir o pensar. Si alguna vez hubo un momento en el que Jonathan había olvidado sus maliciosas intenciones, incluso brevemente, desde su nacimiento hasta ahora, habría sido hoy.
En cuanto a Yuri, ella sonreía de oreja a oreja, encontrando todo... interesante.