—No pensé que ni siquiera entrarías —se rió Ray, mirando a Dean juguetonamente—. Teniendo en cuenta que eres el tipo más egoísta vivo, me siento un poco mal por haber deseado que no vinieras hoy.
Ray sonreía de oreja a oreja, pero la forma en que miraba a Dean no era tan amistosa como había sido antes. Dean era igual. Sonreía, pero su sonrisa no llegaba a sus ojos.
—Me alegra verte también, Ray —comentó Dean—. Pasé por tu oficina, pero me dijeron que no estabas.
—No estaba.
—Eso es extraño porque mientras merodeaba por tu edificio, te vi salir de la dirección de la oficina del director.
—Jeje —Ray soltó una risita mientras Dean seguía sonriendo. Sin embargo, a ninguno de los dos le gustaba la presencia del otro—. Eso es extraño. Pero si me viste salir de la oficina del director, ¿cómo es que llegaste aquí antes que yo?
Dean se encogió de hombros con despreocupación. —Si te parece extraño, entonces supongo que estaba bromeando.
—¿Bromeando?