Al día siguiente...
—¡Atlas! —Charles se animó desde el sofá en la sala de estar en cuanto vio a su hijo bajar las escaleras. Al ver que Atlas llevaba traje, como si estuviera listo para trabajar, Charles soltó un profundo resoplido.
Levantándose de su asiento, Charles metió las manos en los bolsillos. —¿A dónde crees que vas?
—A la empresa —respondió Atlas con su clásico tono plano—. Aunque ahora haya un nuevo jefe de la familia, todavía tengo que hacer una transición formal y adecuada.
Otro leve resoplido escapó de Charles, y extendió su mano para sostener el hombro de Atlas. —Lo siento, hijo.
—Está bien. No tienes que disculparte —Atlas sacudió la mano de su padre de su hombro—. Es solo trabajo, nada personal. No necesito que me compadezcan. Lo vi venir. Además, solo demuestra que soy mejor ya que me jubilo antes que tú.
La cara de Charles se retorció. —¿Qué has dicho?